29.8.11

De viaje.

Amanece y los primeros rayos del sol penetran por la ventana. Aun no puedo ver nada, me cuesta abrir los ojos. Estiro las piernas, luego los brazos. Con la mano derecha palpo las sabanas pegadas al colchón.No nada, nadie. En esta cama solo estoy yo. Esta vacía, como yo estaba antes.
Una lagrima surge, se escurre por el filo del ojo derecho. No es tristeza, ni alegría, si no de soledad. Pero una soledad diferente. Es el tipo de soledad que se siente cuando solo un teléfono móvil te comunica con la realidad, solo voces, y sabes perfectamente de quien es la voz que se escucha al otro lado del teléfono.


Si, estoy a cientos de kilómetros de mi ciudad, de mi casa, de mi gente, de ti. En un lugar perdido entre las montañas, con vistas al mar, con poca cobertura, sin internet; solo mi familia y yo, rodeados de cientos de guiris. Son extranjeros, por lo cual si nos hablan no entendemos nada..
Los primeros días, bueno, fueron distraídos. Piscina, spa, que si vaciar la maleta, comer ducharse y a la noche un show. Supuestamente de flamenco, pero creo que si a un pato se le pusiera una falda de lunares, bailaría mejor.
Llega la noche, estoy cansada de todo el día. Me pongo el pijama y me acuesto. Pienso la frase de un tema de Xhelazz; "No me des los buenos días, dame tus mejores noches"
Ojalá estuvieras aquí para darme una buena noche. Me duermo. Y de nuevo amanece.
Ocurre lo mismo; no estas. Y la soledad comienza de otra vez.




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