16.3.11

mi alma no es la que me preocupa.

Cuando por las noches intento dormir y caigo en el abismo
Ahí estas tu para cuidarme y salvarme de mis miedos
Y es que tengo tantas cosas por decirte y no se como
Es que no encuentro una guía de por donde comenzar para no desviarme del camino

Y nuestros rumbos están complicados
Muchas piedras me hacen salir de mi recorrido
Y hoy aquí me pregunto ¿serás tu, quien me salve de mi alma?
Ella me ataca en las noches heladas con malditos recuerdos
Y cuando vuelvo a preguntarme si ¿serás tú, quien me salve de mi alma?
Me digo si va a salvarme porque es mi mayor tesoro

Y aunque a veces me confunda y me enrede en mis ideas
Tengo clara cual es mi meta
Y aunque a veces me pierda en un suspiro
Se que tu estas allí para tomarme de la mano y ayudarme a seguir
Y es tu sonrisa la que me refugia del pasado y me hace dar cuenta de que solo a tu lado soy feliz.

Problemas que se esconden en cicatrices.


Cuando no esperas nada de nadie y, mucho menos de ti misma. Cuando tu inutilidad supera a tu utilidad. Cuando lo único que haces últimamente es decepcionar a la gente. Cuando hasta te decepcionas a ti misma. Cuando ya no crees que seas suficiente para nada ni para nadie.
Cuando todo esto ocurre es cuando te preguntas qué es lo que haces aquí, que necesitas y por qué. Demasiadas preguntas sin respuesta se almacenan en tu cabeza y es en lo único en lo que piensas.
‘¿Debería sentirme orgullosa?’ Tan sólo te lo preguntaste una vez, ni dudaste la respuesta. Era un rotundo ‘no’. ¿Por qué deberías? No haces nada fuera de lo común, te esfuerzas pero no lo consigues. La gente empieza a hartarse de ti, les cansan tus contestaciones bordes, tu inmadurez adolescente, lo poco que valoras las cosas y, en cambio, lo bien que te sientes.
Pero se equivocan, tú no lo ves así. Tú no te sientes bien cuando haces eso, cuando te juegas la vida para olvidarte de tu dolor psíquico cambiándolo por el físico. Cuando tus problemas se esconden en unas cicatrices.

14.3.11

Mi boca a veces me traiciona.

Me levanto con las
mismas ganas con
las que me acuesto.

Si no te crees mis palabras, mírame a los ojos y busca en ellos la confirmación de los sonidos en los que no confías. Los ojos no pueden mentirte porque no usan palabras. Hablan sin control, sin que podamos evitarlo. Por mucho que intentemos silenciarlos, no podemos.

Los ojos dicen verdades como puños. Por eso dicen que son el espejo del alma. Porque a pesar de no poder hablar no pueden callarse. Si algún día no te fías de mis palabras, mírame a los ojos. Y si mis ojos no te dicen lo mismo que mi boca, ciérrame los labios.

Apaga las mentiras. Duda de las palabras y dedícate a descifrar miradas. En ellas se descubre la verdad muda y la mentira a gritos.